EL FERROCARRIL Y LA COMARCA DEL CAMPO DE GIBRALTAR (7ª parte)
LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA DE LA LÍNEA BOBADILLA-ALGECIRAS
Manuel Correro García, Presidente de La Trocha
La
Gaceta de los Caminos de Hierro, fue el primer periódico que se
especializó en el sector de ferrocarril desde sus inicios en la
Península Ibérica, comenzó ha publicarse el 27 de abril de 1856 hasta
1936, modelo de la francesa Journal des chemins de fer.
Su
fundador y director fue Gustavo Hubbard, autor de varias obras sobre
demografía española y con intereses ferroviarios en el noroeste de
España.
Es interesante la crónica
publicada sobre la importancia estratégica de esta línea, el 24 de
febrero de 1903 en el número 2439, titulada: Un ferrocarril Inglés en
España. Línea de Bobadilla a Algeciras.
En
1903 el director propietario era Juan Eloy de Bona; los redactores:
Francisco Cortés, Manuel Durán de Cottes, Enrique de la Torre, Antonio
Riera y Calle y Leopoldo Rubio; Corresponsales en Lisboa: L. de Mendoça
Costa; París: V. F. del Rincón y Nueva York: G. S. Marilin;
redactor-secretario: Rómulo de Mera.
UN FERROCARRIL INGLÉS EN ESPAÑA. LÍNEA DE BOBADILLA A ALGECIRAS.Con
este mismo titulo publicamos hace poco tiempo un artículo encaminado a
demostrar que el ferrocarril de Bobadilla a Algeciras por su titulo,
carácter y especialísimas condiciones, era un ferrocarril británico, que
por lo mismo que pone en comunicación a Gibraltar con el resto de la
Península Ibérica, constituía un peligro serio para la seguridad del
territorio nacional.
Al
efecto, dimos a conocer los nombres de todo el alto personal de la
Compañía, que es inglés, como ingleses son los administradores, ingleses
los accionistas y obligacionistas; inglesa la residencia o domicilio de
la Compañía, que es Londres, y aun cuando no ha podido conseguirse por
un resto, bien escaso, de preocupación por parte de nuestros Gobiernos
que sea prolongada la línea hasta el mismo Gibraltar, en cambio el
servicio entre Algeciras y la población inglesa se hace por medio de
vapores ingleses también, en combinación con la Compañía del
ferrocarril.
Dijimos también que por
el ferrocarril de Bobadilla a Algeciras podrían fácilmente transportarse
tropas inglesas y situarlas en los puntos estratégicos de la Serranía
de Ronda o conducirlas rápidamente a Cádiz, Málaga, Granada, Córdoba, y
desde este punto, donde por necesidad habían de hallar grandes elementos
de locomoción y transporte, invadir el resto de España y darse la mano
fácilmente con tropas procedentes de Portugal, que invadiesen el
territorio por Huelva y Badajoz; es decir, que el ferrocarril de
Bobadilla a Algeciras es y así lo han considerado siempre los militares,
un ferrocarril eminentemente estratégico.
Añadimos
que, para explicarse bien el papel que sin duda alguna se reserva el
dicho ferrocarril, había que tener en cuenta, que como empresa
industrial era un absurdo, puesto que el coeficiente de explotación de
la línea es de lo más desdichado que se conoce en España; es decir, que
los productos igualan y algunos años superan a los gastos, y eso que
estos reducidos a los absolutamente preciso, no alcanzan a la
conservación del material fijo y móvil, ni a la reparación de la vía, ni
al aumento indispensable del personal, consecuencia de lo cual es el
pésimo servicio que tantas y tan justas quejas proporciona, y que tan
peligrosa hace la circulación de los trenes, deduciendo de aquí que,
cuando una empresa se explota con pérdidas, y, sin embargo, nada se hace
para mejorar su situación financiera y económica, es porque existe
algún otro interés distinto que puramente industrial.
En
cualquier nación medianamente organizada y administrada, este
ferrocarril no se hubiera concedido a ninguna Compañía particular, sino
que se hubiera construido y explotado por el Estado, como se construye
otra línea de igual carácter, aunque menos importante quizá, la línea de
Betanzos a El Ferrol; pero, aun después de otorgada la concesión,
hubiera utilizado los medios que la ley pone en sus manos para
revertirlo al Estado.
En efecto, el
pliego de condiciones generales vigente, al que han de ajustarse todos
los contratos de concesión de los ferrocarriles de servicio general,
reserva al Estado, por el art. 31 del mismo, la facultad de adquirir un
ferrocarril, por causa de utilidad pública, mediante el pago de una
anualidad hasta el término de la concesión, equivalente a un 10 o un 12
por 100 del término medio de los productos obtenidos durante los cinco
últimos años precedentes.
Pero ni aun
esto es necesario. El Gobierno tiene otros medios para declarar la
caducidad de la concesión de los ferrocarriles que como el de Bobadilla a
Algeciras, carecen de los elementos indispensables para un servicio
regular y ajustado a los preceptos de la ley y del reglamento sobre
policía de los ferrocarriles.
Hay, además, otra circunstancia que facilitaría la reversión, dándole un carácter de utilidad inmediata.
El
Ministerio de la Guerra ha adquirido, según creemos, la concesión de un
ferrocarril de vía estrecha de Madrid a San Martín de Valdeiglesias,
propiedad de la Compañía de este nombre, que ha suspendido pagos no
sabemos cuantas veces, después de obtener varias prórrogas que no han
servido para poner en explotación ni un solo kilómetro.
El
objeto de esta adquisición, que costará al Estado unos 12 millones de
pesetas próximamente, y otros tantos ponerlos en explotación, es
proporcionar al Cuerpo de Ingenieros militares una Escuela práctica para
los estudios de construcción, conservación y explotación de vías
férreas; pero no se necesita poseer grandes conocimientos en la materia
para comprender que el objeto propuesto se cumpliría mejor,
infinitamente mejor, entregando a los Ingenieros un ferrocarril como el
de Bobadilla a Algeciras, de vía normal, de una longitud de 177
kilómetros, de posición estratégica, y en fin, cuyo trazado y perfil
presentan accidentes y condiciones propias para el estudio y la práctica
de Ingeniería, cosas que no ocurren en la línea de Madrid a San Martín
de Valdeiglesias, que es de vía estrecha, sólo tiene un recorrido de 75
kilómetros y carece de obras de fábrica, túneles, desmontes, terraplenes
de importancia.
Es, pues, indudable
que el Gobierno se le presenta ocasión de hacer algo de provecho en
asunto de tal importancia. Revertiendo al Estado la línea de Bobadilla a
Algeciras, se beneficiarán todos los intereses y se daría el primer
paso para fijar la atención pública en el problema de los ferrocarriles,
en sus relaciones con la defensa del territorio nacional.
El
autor de esta crónica se muestra pesimista sobre la explotación de esta
línea por los problemas que atraviesa la Compañía a principios de
siglo.
Retrasos en el horario que
obliga al ministerio multar a la compañía y sobre todo el trágico
accidente ocurrido el 27 de junio de 1902, ese día, a las doce menos
cuarto la caldera de la locomotora nº 2 llamada Algeciras que se hallaba
en la cochera almacén de la estación, estalló repentinamente causando
el derrumbamiento de casi todo el edificio y la muerte instantánea del
maquinista, los fogoneros, el ayudante mecánico y el limpiador, que
estaban alimentando y preparando la máquina; resultaron heridos otros
obreros, el más grave el ajustador de los talleres. La caldera que
pesaba más de 600 toneladas fue lanzada por los aires a unos 80 metros.
La causa fue el mal estado de la caldera o la interrupción de las
válvulas automáticas de seguridad.
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